lunes, 13 de julio de 2009

Ver dos veces


Últimamente estoy viviendo una experiencia nueva y a la vez conocida. Meterme en un grupo de gente unos siete años más joven que yo me traslada a aquellos años en los que estaba en la facultad, con aquellos amigos de clase que entonces eran amigos amigos, de los que lo sabías todo, que contaban contigo para cualquier cosa, tu grupo, tu gente...es fácil ante esta perspectiva que los pocos paréntesis instantáneos que se abren en un finde de playa, música, comidas, buena gente y besos...se mezclen con mi propio inventario de aquellos años, donde yo era ellos hoy.

Me doy cuenta una vez más que esos listados recurrentes de edades del hombre, resumidos en videoclips, películas, anuncios...con música de cada época, siempre melancólica y arquetípica, no son más que artificios vacíos, que se quedan bastante lejos de cualquier realidad; porque no hay una realidad. Cada uno tenemos la nuestra. Nuestra forma de ver lo que pasa a nuestro alrededor, de forma individual y de forma colectiva.

Este grupo del que hablo es diferente al que yo tuve, pero sería diferente a cualquier otro. Por supuesto que hay cosas comunes, pero no muchas. Nunca me gustó la tendencia a clasificar que tiene la mayoría de la gente, a embotellarnos según grupos, clanes o creencias..."ese es un pijo...esa es tortillera..." qué asco, qué simpleza.

En pocas palabras, aquel grupo que un día existió, que tuvo vida no forzada, aunque heramos conscientes de que había fricciones, incompatibilidades y risas a mantener a duras penas...hoy ya no existe. Se fue. Es poco menos que un recuerdo poco particular. Quizá hoy lo vea más claro que entonces. En aquel momento con poco se era amigo del que se sentaba a tu lado. Apenas comportías una película, un par de desayunos y unas paradas de bus y con eso sobraba para salir juntos.

Ya entonces lo notas. En tu interior lo sabes. Hay una voz que te dice que a poco que se estire la distancia, las circunstancias no sean propicias o aparezca alguien que nos caiga mejor...la pequeñita grieta que se blanquea sola, puede que empiece a crecer y un día, de un mes de no muchos años allá...ni siquiera habrá muro donde puedas ver la grieta, porque ya no habrá nada.

Cuando me encuentro a uno de aquellos compañeros tiendo a sentir cierto remordimiento. Pienso que pude hacer algo más por nuestra amistad de entonces, que no hice todo lo que estaba en mi mano, que tenían cosas que aguantar pero que también eran geniales en otras...quizá me fustigue más de la cuenta; porque las amistades que se pierden son como los amores que no cuajan: estaba claro desde el principio pero no queremos reconocerlo, nos duele aceptar que algo que nos tomó tanto tiempo se pierda en un instante. Y vestimos el duelo de olvido...como decía Cervantes: "El olvido es un regalo del cielo", si no, quién podría vivir con tanto pesar en la cabeza.

Pero soy consciente de que ese es mi caso: prácticamente no mantego contacto casi con ninguno de mis compañeros de facultad, casi. El domingo pasado, cuando este grupo del que hablo se despidió de ese fin de semana, o quién sabe de qué en realidad...me emocioné mucho, tanto por lo que veía: una amistad sincera, un verano tras el cual no se ordenarán las cosas como todos esperan; ya no se reencontrarán en las puertas de la facultad, ya no habrán más apuntes que compartir ni más trabajos que terminar a las tantas de la mañana porque al día siguiente tiene que estar listo, ni más cenas (sí, pero no, sí que las habrá, pero ya no será lo mismo, porque cuando acabe la cena sabrán que al día siguiente no se van a encontrar)...algo se muere y algo nace. Pero también porque yo era el único que había visto aquello antes y sabía que era lo más probable que pasaría en el futuro. Esa verdad contrastaba tanto con lo que veía que me parecía mentira que llegara a pasar...¡maldita sea!, pero pasa, lo sé...lo sabrán, o quizás no, ojalá que no.

3 comentarios:

  1. Quiero creer que no pasará eso. Soy firme en mi voluntad de evitar que eso que te pasó y que le suele pasar a la mayoría, nos pase a nosotros, porque confío en que tenemos algo más que un compañerismo engrandecido por las horas vividas en la facultad. Sé que lo que tenemos es de verdad, y que aunque estemos lejos o ya no nos veamos todos los días, funcionará.
    Gracias por dedicarnos esta entrada y por acompañarnos ese gran fin de semana q habrá que repetir no una, ni dos, sino más veces :)
    Mjoss :)

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado mucho la entrada que has escrito recordando tus años como universitario a propósito de los nuestros que acaban de terminar. Como dice María José, espero que nosotros, el grupo de amigos de María del Mar, no se distancie más de lo inevitable. Es algo que depende de nosotros, que está en nuestras manos. Si ponemos empeño, no pasará, aunque es indudable que las cosas no serán igual que cuando nos veíamos cinco días a la semana precisamente por eso, porque ya no nos veremos cada mañana. Pero hoy en día con los correos, los teléfonos, las redes sociales, es difícil perder completamente el contacto. Sólo el tiempo nos dirá qué pasa. Cuando pasen los años, ya veremos si mantenemos el contacto, y con quién.
    No conocía este blog tuyo. Ahora procuraré visitarlo de vez en cuando porque veo que es muy completo. ¡Hasta la próxima!

    ResponderEliminar
  3. Creo que la primera función que tenía este escrito se está cumpliendo; y es que seais conscientes de que eso depende únicamente de vosotros, de lo que hagáis y de lo que no. Me alegraría muchísimo volver a vivir lo del finde pasado otras veces con vosotros, porque es gratificante ver una amistad tan natural como la vuestra...ojalá pudierais veros desde fuera como yo os he visto. Saludos a todos...y encantado de repetir cuando queráis.

    ResponderEliminar