jueves, 25 de junio de 2009

Lo que se dice y lo que cuesta decir.


26 de Junio. El despertador de mi móvil suena a las 6:05, un poco antes de lo normal porque hoy es viernes y toca traslado a Dos Hermanas. Recoger la ropa sucia de toda la semana, hacer la cama (hoy mejor), guardar el portatil en su bolsa y que no se me olvide la nevera de los tuppers...lo normal. Lo que no es normal es que lo haga todo a tiempo; eso sí lo estoy consiguiendo con los años.

Me monto en el coche y la primera noticia que logro escuchar (hace un mes que me robaron la antena del coche; según mis compis de barrio eso se arregla robando la de otro y aunque lo he pensado, no soy capaz. La mierda del mundo no se arregla echando más mierda.): Michael Jackson ha muerto por un paro cardíaco a los 50 años...pensaba que era más joven; es lo que tiene el marketing y ver sus vídeos una y otra vez. Terminas pensando que aún tienen la edad que aparentan. Según parece el estrés de los ensallos y la presión de su entorno para que encarara correctamente los 50 conciertos que tenía firmados en Gran Bretaña han podido con él. Abuso de medicamentos para mitigar los dolores de clavícula y pierna, que se partío al caerse en uno de sus conciertos, sumado al estrés parecen ser las causas antes de que la investigación que se está llevando a cabo termine.

Los alrededores del hospital donde se haya todavía están llenos de fans, de velas, fotos y lágrimas...de gente anónima, gente corriente que con sus canciones bailaron, se enamoraron, se despertaron, se emborracharon, desengañaron y concienciaron...que alguien nos acompañe en tantos momentos, como quiera que sea, hace que lo estimemos, que lo hagamos nuestro pasando a formar parte de nuestra propia vida. Es obvio. No sé cuántas veces me ducharía entre los 14 y los 20 escuchando el Dangerous en mi radio casette; fue de las primeras cintas que me compré...lo recuerdo con mucho cariño.

Fue uno de los grandes, bailó creando su propio estilo, su propia estética. Encima del escenario han habido pocos con tanta energía, con aquellas coreografías luminosas y llenas de fuerza y dinamismo. Aunque últimamente se encasillara con estructuras repetitivas, un rápido vistazo por su discografía nos enseña el montón de registros que poseía: desde "The girl is mind", suave y aterciopelada, haciendo dueto con Paul McCartney, hasta la vigorosa "Bad", pasando por "Remember the time", "Who is it" y las archiconocidas "Thriller" o "Billy Jeans". Personalmente "Man in the mirror" es de las canciones que siempre que acaban me dan ganas de salir a disfrutar de las cosas que se nos olvidan por el paso de los días.

Pero el recuerdo de todo este genio concentrado en aquel cuerpecito debilucho no puede hacernos olvidar otras cosas que poco o mucho tienen que ver con un mostruo de la música popular: Una personalidad infantil, megalómana sin límites, gastando millones y millones de dolares en una obsesión estúpida por su salud, por no hablar de su infame intención de ser blanco (imposible ser más racista). Y qué decir de Neverland, echa a base de vanidad y dinero tirado a la basura en fetiches inútiles propios de la inculta protagonista de "Granujas de medio pelo". No viste Ciudadano Keane, Michael? o es que quisiste imitar a Randolph Hearst. ¿Escribiste tú "Heal the world"?...¿cómo casa esa letra con tu vanidad Michael?.
Sus escarceos con la ley a cuento del abuso de menores...y el episodio tristísimo en el hotel Adlon de Berlín, sacando a un niño a la calle desde su balcón y dejándolo suspendido. Absolutamente vomitivo. Ah, la noche en esa habitación cuesta 12.000 €

Asi que cada cosa en su sitio por favor. La balanza de los hechos y los sentimientos no siempre se equilibra como quisieramos. El comienzo de una de sus canciones puede hacernos olvidar todo esto; y lo hace. Lo perdonamos. Decimos: no me vengas con esas, todos cometemos errores...y a bailar, a sentir.

Te debo grandísimos momentos; sólo y acompañado. Me he servido de ti para muchas cosas y rara vez me fallaste. Descansa en paz...pero yo me quedo con tu música.



Voy a añadir un artículo publicado en ABC digital, para que se pueda contrastar las cosas y no haya aquí una sóla voz:

Michael Jackson se ha ido de este mundo sin la oportunidad de demostrar a los más jóvenes que era algo más que una caricatura desgastada que aguantaba, a duras penas, su insoportable existencia bajo un caparazón construido a base de guardaespaldas, velos, paraguas y mascarillas. Más allá, en los últimos años su halo negativo se había trasladado a sus seguidores. Ser fan suyo se había convertido en motivo suficiente para recibir el calificativo de «friki» y sufrir un par de chistes fáciles sobre su piel, su nariz y los niños.
Y si usted tiene menos de quince años, probablemente pensará que eso siempre ha sido así. Pero realmente hubo una época en la que las cosas eran completamente distintas. Un tiempo en el que Michael Jackson tenía que hacer hueco en su agenda para cantar con Paul McCartney, Mick Jagger o Stevie Wonder, nombres que a muchos jóvenes tampoco le sonarán después de ver el otro día en Operación Triunfo —ésa gran factoría de artistas— a un par de aspirantes que no sabían quién era Bruce Springsteen. Lo siguiente será que en cinco años alguien escuche el «Killing me softly» de Roberta Flack y diga «anda, una negra cantando la canción de Pitingo».
Yo tenía entradas para verle el 1 de agosto en el O2 Arena de Londres, y Dios sabe que me había costado la propia vida conseguirlas. Agotó un millón de tickets en apenas tres horas, pero eso no salió en ningún medio. Durante los últimos años, y hasta ayer, el apellido Jackson sólo podía ser noticia junto a las palabras «locura», «cirugía», «cáncer» o «abuso».
Al final, Michael —sus fans siempre nos referíamos a él por su nombre de pila— ha tenido que irse al verdadero País de Nunca Jamás para que el mundo se dé cuenta de lo que se ha perdido en estos últimos años. Ahora la gente se baja la música de Internet o la compra en iTunes y la mete en el iPod, pero hubo un tiempo en que los fans de esta ciudad hacíamos cola en Sevilla Rock desde bien temprano para hacernos con sus discos que, como los bisiestos, llegaban cada cuatro años. Así llegaron a mis manos «Bad», «Dangerous», «History» e «Invincible». Con «Thriller» fue algo distinto. Yo sólo tenía seis años así que mis padres fueron a pedírselo a los Reyes Magos que, en aquella ocasión, estaban recibiendo las cartas en el desaparecido «Vilima» del Centro.
Lo único que nos faltó en Sevilla fue tenerle en directo. Estuvimos a punto de disfrutar del Dangerous World Tour en el 92 en el Estadio Benito Villamarín pero cuentan las malas lenguas que los tinerfeños convencieron a la organización de que el campo del Betis tenía «aluminosis» y por ello el concierto acabó celebrándose en Tenerife.
Dicen que Michael Jackson era un tipo raro y excéntrico, pero la gente que lo ha tenido cerca de verdad —como mis amigos Toni y Laura— cuenta que era «especial». Ellos consiguieron pasar un día en Neverland, dentro del famoso rancho que Michael tenía en California.
Allí pudieron ver como, al final de un camino de baldosas amarillas, como el del Mago de Oz, había decenas de niños disfrutando de una jornada en el parque de atracciones, del magnífico cine o del tren que cruzaba las instalaciones. Eran pequeños con cáncer y, a menudo, con una corta pero trágica vida a sus pequeñas espaldas. También entraron en el cine, en el que la mitad del aforo estaba dotado con camas asistidas por enfermeros para que los discapacitados pudieran ver películas de estreno.
Desde 1984 miles de niños visitaron estas instalaciones en las que todo, absolutamente todo, era sufragado por el hombre que posteriormente fue acusado de pederastia. Sólo hubo dos denuncias, una en 1993 y otra en 2003 y, curiosamente, en ambos casos las familias nunca denunciaron nada a la policía pero sí se afanaron en buscar a un buen abogado especialista en hincarle el diente a la fortuna de un artista que a día de hoy, es el que más ha invertido en organizaciones benéficas.
Ahora ya todo eso da igual. Al menos durante unos días el mundo vuelve a recordarle por el gran artista que ha sido. Hoy sus fans recordamos que, como en la canción «Gone too soon» -dedicada en 1991 a un niño que murió de SIDA- él también se ha ido demasiado pronto, pero esta vez, al verdadero País de Nunca Jamás.

Javier Pradilla es el escritor de este artículo.

3 comentarios:

  1. Tu entre los 14 y los 20 años has escuchado poco a Michael Jackson en la ducha... Tanto no te duchabas eeehh!! Jajajajajaja!!

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  2. Al enterarme de la noticia lo primero que he hecho es visitar tu blog, porque sabía que él estaría aquí, a tu estilo. Cómo olvidar ese "Beat it"... Me niego, porque más que una canción, es un momento.

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  3. yo tampoco pienso olvidarlo, es una canción,un momento, nuestro momento: uno entre tantos..ahora la escucho y me suena diferente, igual pero diferente. Hay algo que se ha añadido, una especie de cariño sin reservas...como si con su muerte le hubiera perdona todo. Tenemos que volver a ponerlo en el plato, eh pelirroja.

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