lunes, 28 de septiembre de 2009

Sonríe pasablemente, algo es algo.


Día difícil hoy. Siempre me pasa cuando voy a la oficina del paro. Atestado, por supuesto. Gente incómoda, gente que no quiere estar allí la mayoría y el resto está para aprovecharse de lo que le regala el estado cuando ni de lejos se plantean trabajar.


Qué sistema más cutre este. Nos tratan a todos como ganado y del mismo trato que nos dan nos vamos transformando. Estando en la cola para arreglar los papeles ("reanudar la prestación", qué expresión más aseada y bien sonante; a mi me revuelve el estómago), llegó un toro. Y como cualquier toro enfadado que se precie, sólo sabía dar cornadas. Bravuconando espetaba por el hocico sonidos que aspiraban ser palabras: "Zhan ekivucao...man puegto zais mece uando io tabaje lo menon cuatorce!!!!". Malditos sean aquellos que critiquen o mal miren a alguien por no saber hablar bien, por no saber expresarse como dios manda, porque nadie tiene potestad para juzgar ni para saber en qué condiciones se ha criado nadie, ni con qué oportunidades contó, o que le quitó las circunstancias que le rodearon...pero malditos todos aquellos que no saben lo que es el respeto, los que no saben escuchar, los que piensan que la razón en una conversación cualquiera se adquiere por el volumen de la voz, los que usan la fuerza bruta como único argumento en cualquier situación.


Pero si penoso era el energúmeno en cuestión, igual o más penosa es la actitud de los que se veían afectados por el astado. Nadie fue capaz de pedir,por favor o sin él, que se apartara un segundo, que aguardara su turno, que no eran formas, que no le chillara en la cara, que no hacía falta...cualquier cosa. Estuve a punto de ser yo quien le dijera algo...pero espere un segundo, para comprobar si alguno de los que se vieron interrumpidos tenía la dignidad mínima para repeler el ataque. Nada. El indeseable seguía chillando y chillando y aquello que rayaba en el despropósito supino se convirtió en algo normal, aguantable, pasable...porque para qué, para qué molestarse, para qué reprimir al bestiajo, si seguro que es peor...mejor esperar y ya pasará el caparrón.


La sumisión es de los más contagioso. Aparece en el gesto de la funcionaria y se va desenrollando. Cae sobre los formularios del ministerio y se desparrama. Fluye y fluye; y antes de que te des cuenta tu cabeza está a kilómetros de allí, en alguna esquina de tu barrio, en algún partido de hace años con tus colegas, en la cintura de alguna...etc. Y todo para que lo que ves pase pronto, porque si te gusta poco la causa, qué hacemos con el efecto...y esa tendencia es difícil de doblegar. Hace falta ser un semi héroe para alzar la voz en ese momento. O al menos, eso parece...yo no quiero creerlo, me resisto a creerlo...pero, ¿qué hice yo?. ¿Quiénes eran más asesinos, los nazis o todos aquellas gentes normales que sabían lo que pasaba y no lo denunciaron?.

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