jueves, 7 de mayo de 2009

Los adioses. (Buenos Aires, 1954)


Lo prometido es deuda y ahí va mi primera reseña de los libros que voy leyendo. Primero una pequeña sinopsis, por si alguien se anima a leerlo; y luego una selección de textos y las ideas que he ido sacando sobre ellos, aunque aviso que este libro está cargado de belleza y de reflexión, de ahí que sólo hablaré de lo que en el momento de la lectura me pareció más interesante. Seguramente si lo volviera a leer (que creo que con este sí pasará) habrían otras partes que también incorporaría.
Antes de los extractos incorporaré un breve resumen de la situación para mejorar la comprensión de los textos recuperados, que copiaré directamente del libro.

Sinopsis: Un hombre llega a una ciudad de las sierras, donde hacen su cura los tuberculosos. Pasiva pero firmemente se niega a asimilarse a esa vida de sanatorio, de alentada esperanza, que contamina toda la ciudad. Es taciturno, no acepta. Vive sólo para las dos cartas (el sobre manuscrito, el dactilografiado en la máquina de tipos gastados) que llegan regularmente y que son la vía por la que continúa comunicado con el mundo exterior. Un día llega una mujer, autora de una serie de cartas... Otro día, distinto, llega la de las cartas a máquina: es una muchacha fuerte, indestructible, viva, para quien el hombre ha alquilado un chalet...

Textos: [el camarero del almacén (así llaman al bar) se dispone a llevar en coche a la muchacha joven hasta el chalet donde lo espera el protagonista tuberculoso, que además fue un famoso jugador de baloncesto]
"No intenté mirarla durante el viaje; con los ojos puestos en la luz que oscilaba elástica en el camino de tierra, no necesité mirarla para ver su cara, para convencerme de que la cara iba a estar, hasta la muerte, en días luminosos y poblados, en noches semejantes a la que atravesábamos, enfrentando la segura, fatua, ilusiva aproximación de los hombres, casi en cualquier posición de la cabeza, sus agujeros sinuosos, inocentes; con el labio inferior demasiado grueso, con los ojos chatos, sin convexidad, como simples dibujos de ojos hechos con un lápiz pardo en un papel pardo de color más suave. Pero no enfrentando sólo a los hombres, claro, a los que iban a llegar después de este a quien nos íbamos acercando, y a los que ella haría seguramente felices, sin mentirles, sin tener que forzar su bondad o su comprensión, y que se separarían de ella ya condenados a confundir siempre el amor con el recuerdo de la cara serena, de las puntas de sonrisa que estaban allí sin motivo externo, y hasta sin motivo nacido en su pensamiento o en su corazón, la sonrisa que sólo se formaba para expresar la placidez orgánica de estar viva, coincidiendo con la vida. No sólo enfrentando a los hombres, la cara redonda y sin perfumes que no trataba de resistirse a las sacudidas del coche, que se dejaba balancear asintiendo, con una cándida, obscena costumbre de asentir; porque los hombres sólo podían servirle como símbolos, mojones, puntos de referencia para un eventual ordenamiento de la vida, artificioso y servicial. Sino que la cara había sido hecha para enfrentar lo que los hombres representaban y distinguían; interminablemente ansiosa, incapaz de sorpresas verdaderas, transformándolo todo de inmediato en memoria, en remota experiencia. Pensé en la cara, excitada, alerta, hambrienta, asimilando, mientras ella apartaba las rodillas para cada amor definitivo y para parir; pensé en la expresión recóndita de sus ojos planos frente a la vejez y la agonía".

Que más se puede escrutar a partir del rostro de una "puta". Cómo va tejiendo cada una de las cosas a la que esa cara se va enfrentando día a día,en su rutina de amores "artificiosos y serviciales"; las reacciones de ella y de ellos...y el símbolo "obsceno" de su asentimiento con la cabeza por el movimiento del coche. Genial.

Bueno, podría añadir muchas más que seleccioné pero creo que con esto hay bastante. Para terminar una frase que elegí: "Imaginé al hombre cuando bajaba trotando hacia el hotel, después del abrazo; consciente de su estatura, de su cansancio, de que la existencia del pasado depende de la cantidad del presente que le demos, y que es posible darle poca, darle ninguna."

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